Leda
Abril Moreno, vicepresidenta APLIJ.
YO
El sol comanda
los planetas siembran
mientras yo duermo.
Me arrulla el sueño
que soñaron mis padres
yo niña-imagen.
La luna gira
nos miramos dormidas
ojos cerrados.
Yo niña imagen
yo niña luna
yo niña
yo.
Leda
Abril Moreno (La Ciudad de las Letras,2011)
De niña muchas veces bailé “ballet” frente al
espejo del salón de clases. El espejo me
reflejaba una imagen que logré interiorizar como mi aspecto físico. Había muchos cánones que cumplir y ya de niña
me estresaban, desde el cabello recogido, hasta la postura, pasando por el
peso. Ahora de adulta parada nuevamente frente al espejo y siendo mestiza, me he
preguntado muchas veces: ¿Quién es aquel que nos dice quiénes
somos? ¿Es uno mismo o es el entorno? ¿Somos reflejos de un Yo más profundo o
del colectivo?
Se
dice que, así como la literatura representa la identidad cultural o el
colectivo de donde emerge, la literatura es también capaz de construir o
producir esta misma identidad. [1]. La identidad propia forma parte de la
identidad cultural de un grupo, pues nos permite ubicarnos dentro de esta
colectividad. Hay un aporte importante de la literatura infantil y juvenil,
puesto que el lector está desde el nacimiento formándose una imagen de sí mismo
con respecto a tres aspectos:
·
cómo lo ven los demás,
·
cómo percibe que lo ven los demás,
·
cómo se mira a sí mismo.
La literatura infantil y juvenil es
parte del proceso del reconocimiento de sí mismo, contribuyendo palabra tras
palabra, y situación tras situación, en la creación de esa conciencia del yo.
El
poema “Me gritaron negra” de la escritora Victoria Santa Cruz (Perú 1922-2014 ) [2] de
la cual exponemos un extracto, explora el mismo aspecto de la entronización de
la negritud en la infancia: Cómo nos ven los demás y cómo nos
reconocemos a nosotros mismos.
Tenía siete años apenas,
¡Qué
siete años!
¡No llegaba a cinco siquiera!
De pronto unas voces en la calle me
gritaron
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! “
¿Soy acaso negra?”- me dije ¡SÍ!
“¿Qué cosa es ser negra?”
¡Negra!
Y yo no sabía la triste verdad que aquello
escondía.
¡Negra!
Y me sentí negra,
¡Negra!
Como ellos decían
¡Negra!
Y retrocedí
¡Negra!
Como
ellos querían
¡Negra!......
Escribir sobre una literatura infantil
y juvenil identificada como " afro" en nuestro medio es sumamente
difícil, en un país donde gran parte de la población encuestada en el censo
Nacional negó raíces afro. Resulta
complejo puesto que, un panameño cualquiera, adulto o niño, puede a la vez ser
afro, hispanohablante, angloparlante, católico, episcopal, latinoamericano, de
raza mixta, capitalino de abuelos interioranos o del extranjero. Para
conectarse el niño o el joven a una identidad afrodescendiente, debe hacerlo
con los testimonios, historias, autobiografías, memorias, o los textos que
toquen temas comunes al grupo afro.
La imagen reduccionista del blanco español
desde el siglo XVI, homogeneizó el “negro” importado a América desde África, a
ciertas características físicas dadas por color de la piel, cabello,
contextura, rasgos, desconociendo una cultura múltiple, rica e idiomas
diversos. Un sistema de castas simplista tipificaba las mezclas raciales y daba
supremacía a los que más se semejaban a los blancos. Luego de la ola de inmigración afroantillana desde
finales del siglo XIX, la constitución de 1941 les prohibió a los inmigrantes
negros ejercer su idioma natal (el inglés de las Antillas), al instaurar el
español como única lengua oficial Reconstruir la identidad propia 500 años
después es prácticamente imposible. Para identificarse con la imagen de
nuestros ancestros negros, es necesario remontarse a las tradiciones orales del
Palenque y rescatar sus historias, regresar a las costumbres de las Antillas y
los primeros textos que escribieron, o exponer a nuestros niños a textos que
resalten la imagen del negro de donde sea su origen. Muchos de esos textos son inéditos
o se perdieron en el tiempo. Somos parte de la cultura occidental y ya desde
Aristóteles y Platón se explora el concepto de belleza, refiriéndose
básicamente al atractivo físico antropomórfico.
Este artículo no pretende confrontar el concepto de belleza con el de
identidad, pues con un país de apenas 115 años de existencia, a duras penas nos
queda una literatura contemporánea la que refleje nuestras imágenes actuales de la
identidad afro para niños.
Carlos
Francisco Changmarín, uno de los mayores exponentes de la LIJ panameña escribió
[3]:
NEGRO
SOY DE PANAMÁ.
Negro soy del Marañón,
negro de Guachapalí,
negro vengo calle abajo,
negro desde que nací.
negro de Guachapalí,
negro vengo calle abajo,
negro desde que nací.
Yo soy hijo de una negra,
con un negro de San Miguel.
Negro por parte de padre,
también por la madre de él.
con un negro de San Miguel.
Negro por parte de padre,
también por la madre de él.
Negro estuve y negro fui,
negro crecí y negro estoy,
negro lucho hasta la muerte;
negro con ella me voy.
negro crecí y negro estoy,
negro lucho hasta la muerte;
negro con ella me voy.
Negro vine de los mares
en la noche colonial,
negro como no hay ninguno
y más negro en el canal.
en la noche colonial,
negro como no hay ninguno
y más negro en el canal.
Yo no gimo, yo no lloro
yo no me quejo de mí
aunque de negro me muero
desde el día en que el mundo vi….
yo no me quejo de mí
aunque de negro me muero
desde el día en que el mundo vi….
Dicho poema ha sido criticado en la
obra Rapsodia Antillana, por el autor Luis Wong Vega (Wong Vega, 2013) [4], editor
de compilación de poemas bilingües para adultos de autores afroantillanos.
Wong, considera que se estereotipa al negro como dado al folclor, al baile, y a
la música, bajo la óptica de un autor no-negro. Igual hemos opinado del poema Incidente de
Cumbia de Demetrio Korsi en artículos anteriores. Sin embargo, al utilizar imágenes, lugares, y
la palabra “negro” creemos que el poema de Changmarín sí da punto de ancla para
identificar las raíces. Este tipo de poemas es necesario, aunque a veces no nos
guste, pues la escritura por parte de un autor no- afrodescendiente, explora cómo lo ven los demás.
El recurso más utilizado es el color de
la piel, por lo que varios autores han escrito sobre el “chocolate”.
Mariela Cruz, escritora puertorriqueña,
escribe en 2017 Chocolatino sigue instrucciones. (Cruz, 2017), [5] es una
variante del “Hombre de Jengibre”. Una abuela hornea un postre que se
antropomorfiza en un niño. El personaje
principal es de “chocolate”, lo cual le da la característica de la piel oscura.
Hay obras que tratan de cómo nos ven
los demás, utilizan el contraste: entre un personaje de tez clara o blanca y
otro de tez oscura o chocolate. Poco se
adentran en la introspección de sí mismo y están dirigidos a niños en edad
escolar temprana (menos de 8 años). Muestran el asombro muto de reconocer el
otro como opuesto y similar a la vez. No han sido escritos por
afrodescendientes directos.
Chocolate y Merengue,
de Enrique Martínez escritor cubano radicado en México e ilustrado por Ricardo
Cie, escritor e ilustrador venezolano (Martínez/Cie 2013) [6] narra
de manera divertida, la historia de dos niños que se encuentran por primera vez
con su par de raza diferente y las experiencias que derivan de esta
confrontación. Explora el “color” a través de un “sabor”, donde inicialmente
estos niños se muerden a para probarse, pero eventualmente se tornan amigos.
Niña Bonita, de Ana María Machado
ilustraciones de Rosana Faria (Machado,1994) [7] relata de una manera poética
el concepto de belleza, donde un conejito (blanco) se enamora de niña bonita (negra)
y le pregunta de manera reiterativa: ¿cómo haces para tener la piel tan negra y
tan bonita? Niña bonita inventa varias
teorías, que si tomó mucho café, que si se manchó de tinta, etc., hasta que la
madre e interviene que Niña Bonita es igualita a su abuela (y a sus otros
familiares).
EL ROMANCE DE LA NIÑA NEGRA.
… Las
otras niñas del barrio
juegan
en la vereda;
las
otras niñas del barrio
no
quieren jugar con ella.
Toda
vestida de blanco,
almidonada
y compuesta,
en
un silencio sin lágrimas,
lloraba
la niña negra….
Chocolate me (Chocolate yo) de Taye Riggs, ilustrado por Shane W. Evans (Riggs, 2015) [9] explora los sentimientos que enfrenta un niño "chocolate" al ser tratado diferente por sus compañeros y como la madre le levanta la autoestima que le permite hacer amistad con sus compañeros, en analogía con el dulce chocolate.
El cabello como símbolo de identidad es sumamente importante en el afrodescendiente.
Nappy
Hair de Carolivia Heron (Heron, 1997), [9] ilustrado por Joe Cepeda narra
en primera persona, basado en las experiencias de la autora tanto en su niñez
como en la Universidad de Harvard, como su propia familia se entrometía en su
peinado afro en las reuniones familiares. Esta escrito al ritmo de la tradición
afroamericana de llamada y respuesta.
Para las mujeres afrodescendientes, el
cabello es uno de los símbolos más representativos de la identidad. Por siglos
su belleza se obligó a ocultarse bajo pañuelos. En la época colonial las
trenzas dibujaban las rutas de escape para los esclavos. Melva Gooding en su libro Afrodescendientes en
el Istmo de Panamá (Gooding, 2016) [10], cuyo traje nacional es la pollera
cuya cabeza se engalana con tembleques, tiene el origen humilde en las flores
que adoraban las cabezas…. “la mujer negra fue diseñadora en las prendas que se
utilizaban en el cabello...” Sin
embargo, el ritual de alterar el cabello “afro” para seguir estándares
occidentales, se sigue dando diariamente pues las niñas son expuestas a modelos
que les indican que su cabello natural es “malo”.
Miselle Gofman es una autora panameña
residente en Nueva York. Su Libro en inglés, I absolutely love my curly hair-
Yo amo absolutamente mi cabello rizado (Goffman, 2017 ) [11] , marca un
hito en la LIJ para afrodescendientes panameños. Miselle escribe una historia
de amor y autoaceptación, basada en la experiencia de su hija cuando aprende
que su cabello, aunque diferente, es hermoso.
Mary Grueso Romero, autora colombiana, es quien mejor ha
sabido capturar en nuestro país vecino el auto reconocimiento de las niñas
afrodescendientes. En su obra, La Niña
en el Espejo (Grueso Romero, 2010) [11], una niña negra, Alba Rocío, quiere
verificar si es tan bella como dicen los demás, se reconoce bella frente al
espejo y se da cuenta que es igual que su madre. El
libro está ilustrado por Vanessa Castillo.
Su cuento La
Muñeca Negra, (Grueso Romero, 2011) [12], relata la historia de una niña que
anhela una muñeca, como ella. Después de mil peripecias, su madre le hace una
de trapo. Según escribe la misma autora, La muñeca negra es un
ejercicio de inclusión
y reconocimiento de la estética de la etnia
afrodescendiente. Este libro puede leerse en línea y es interactivo.
La formación de la autoimagen es un proceso complejo. Vivimos en una cultura eminentemente visual en este siglo, por lo que la imagen propia y la reflejada en los demás es importante tanto para el individuo como para el colectivo. Como grupo, el Afrodescendiente, heterogéneo y con raíces comunes al mismo tiempo, ha recorrido un largo camino en estos 500 años, con gran pérdida de sus símbolos, tradiciones e imágenes que permiten que el niño y la niña afrodescendientes adquieran una identidad propia y con la cual se identifiquen frente a un espejo. Sin embargo, empiezan a emerger en este siglo autores y textos tanto en español como e inglés que ayudan a rescatar y reconstruir esta misma identidad cultural y personal. El hecho que la población Afroantillana panameña habla inglés les abre un abanico inmenso de posibilidades en un mundo globalizado.
Referencias:
- MANSILLA
TORRES, Sergio. Literatura e
identidad cultural. Estud.
filol. [online]. sep. 2006, no.41 [citado 19 junio 2018],
p.131-143. Recuperado de:
<http://mingaonline.uach.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0071-17132006000100010&lng=es&nrm=iso>.
ISSN 0071-1713.:
[Acceso: 08.06.2018]