martes, 26 de junio de 2018

LA AUTO IMAGEN EN LA LITERATURA INFANTIL AFRO.



Leda Abril Moreno, vicepresidenta APLIJ.



        YO

El sol comanda
los planetas siembran
mientras yo duermo.
Me arrulla el sueño
que soñaron mis padres
yo niña-imagen.
La luna gira
nos miramos dormidas
ojos cerrados.
Yo niña imagen
yo niña luna
yo niña
yo.                     
                                                           Leda Abril Moreno (La Ciudad de las Letras,2011)




 De niña muchas veces bailé “ballet” frente al espejo del salón de clases.  El espejo me reflejaba una imagen que logré interiorizar como mi aspecto físico.  Había muchos cánones que cumplir y ya de niña me estresaban, desde el cabello recogido, hasta la postura, pasando por el peso. Ahora de adulta parada nuevamente frente al espejo y siendo mestiza, me he preguntado   muchas veces: ¿Quién es aquel que nos dice quiénes somos? ¿Es uno mismo o es el entorno? ¿Somos reflejos de un Yo más profundo o del colectivo?  
Se dice que, así como la literatura representa la identidad cultural o el colectivo de donde emerge, la literatura es también capaz de construir o producir esta misma identidad.  [1]. La identidad propia forma parte de la identidad cultural de un grupo, pues nos permite ubicarnos dentro de esta colectividad.  Hay un aporte importante de la literatura infantil y juvenil, puesto que el lector está desde el nacimiento formándose una imagen de sí mismo con respecto a tres aspectos:
·         cómo lo ven los demás,
·         cómo percibe que lo ven los demás,
·         cómo se mira a sí mismo.



La literatura infantil y juvenil es parte del proceso del reconocimiento de sí mismo, contribuyendo palabra tras palabra, y situación tras situación, en la creación de esa conciencia del yo.
El poema “Me gritaron negra” de la escritora  Victoria Santa Cruz (Perú 1922-2014 ) [2] de la cual exponemos un extracto, explora el mismo aspecto de la entronización de la negritud en la infancia: Cómo nos ven los demás y cómo nos reconocemos a nosotros mismos.
Tenía siete años apenas,
 ¡Qué siete años!
¡No llegaba a cinco siquiera!
De pronto unas voces en la calle me gritaron
¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra!
 ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! ¡Negra! “
¿Soy acaso negra?”- me dije ¡SÍ!
“¿Qué cosa es ser negra?”
¡Negra!
Y yo no sabía la triste verdad que aquello escondía.
 ¡Negra!
Y me sentí negra,
¡Negra!
Como ellos decían
 ¡Negra!
Y retrocedí
¡Negra!
 Como ellos querían
 ¡Negra!......
Escribir sobre una literatura infantil y juvenil identificada como " afro" en nuestro medio es sumamente difícil, en un país donde gran parte de la población encuestada en el censo Nacional negó raíces afro.  Resulta complejo puesto que, un panameño cualquiera, adulto o niño, puede a la vez ser afro, hispanohablante, angloparlante, católico, episcopal, latinoamericano, de raza mixta, capitalino de abuelos interioranos o del extranjero. Para conectarse el niño o el joven a una identidad afrodescendiente, debe hacerlo con los testimonios, historias, autobiografías, memorias, o los textos que toquen temas comunes al grupo afro.
La imagen reduccionista del blanco español desde el siglo XVI, homogeneizó el “negro” importado a América desde África, a ciertas características físicas dadas por color de la piel, cabello, contextura, rasgos, desconociendo una cultura múltiple, rica e idiomas diversos. Un sistema de castas simplista tipificaba las mezclas raciales y daba supremacía a los que más se semejaban a los blancos. Luego de la   ola de inmigración afroantillana desde finales del siglo XIX, la constitución de 1941 les prohibió a los inmigrantes negros ejercer su idioma natal (el inglés de las Antillas), al instaurar el español como única lengua oficial Reconstruir la identidad propia 500 años después es prácticamente imposible. Para identificarse con la imagen de nuestros ancestros negros, es necesario remontarse a las tradiciones orales del Palenque y rescatar sus historias, regresar a las costumbres de las Antillas y los primeros textos que escribieron, o exponer a nuestros niños a textos que resalten la imagen del negro de donde sea su origen. Muchos de esos textos son inéditos o se perdieron en el tiempo. Somos parte de la cultura occidental y ya desde Aristóteles y Platón se explora el concepto de belleza, refiriéndose básicamente al atractivo físico antropomórfico.  Este artículo no pretende confrontar el concepto de belleza con el de identidad, pues con un país de apenas 115 años de existencia, a duras penas nos queda una literatura contemporánea la   que refleje nuestras imágenes actuales de la identidad afro para niños.
Carlos Francisco Changmarín, uno de los mayores exponentes de la LIJ panameña escribió [3]:
NEGRO SOY DE PANAMÁ.
Negro soy del Marañón,
negro de Guachapalí,
negro vengo calle abajo,
negro desde que nací.
Yo soy hijo de una negra,
con un negro de San Miguel.
Negro por parte de padre,
también por la madre de él.
Negro estuve y negro fui,
negro crecí y negro estoy,
negro lucho hasta la muerte;
negro con ella me voy.
Negro vine de los mares
en la noche colonial,
negro como no hay ninguno
y más negro en el canal.
Yo no gimo, yo no lloro
yo no me quejo de mí
aunque de negro me muero
desde el día en que el mundo vi….
Dicho poema ha sido criticado en la obra Rapsodia Antillana, por el autor Luis Wong Vega (Wong Vega, 2013) [4], editor de compilación de poemas bilingües para adultos de autores afroantillanos. Wong, considera que se estereotipa al negro como dado al folclor, al baile, y a la música, bajo la óptica de un autor no-negro.  Igual hemos opinado del poema Incidente de Cumbia de Demetrio Korsi en artículos anteriores.  Sin embargo, al utilizar imágenes, lugares, y la palabra “negro” creemos que el   poema de Changmarín sí da punto de ancla para identificar las raíces. Este tipo de poemas es necesario, aunque a veces no nos guste, pues la escritura por parte de un autor no- afrodescendiente, explora cómo lo ven los demás.
El recurso más utilizado es el color de la piel, por lo que varios autores han escrito sobre el “chocolate”.
Mariela Cruz, escritora puertorriqueña, escribe en 2017 Chocolatino sigue instrucciones. (Cruz, 2017), [5] es una variante del “Hombre de Jengibre”. Una abuela hornea un postre que se antropomorfiza en un niño.  El personaje principal es de “chocolate”, lo cual le da la característica de la piel oscura.







Hay obras que tratan de cómo nos ven los demás, utilizan el contraste: entre un personaje de tez clara o blanca y otro de tez oscura o chocolate.  Poco se adentran en la introspección de sí mismo y están dirigidos a niños en edad escolar temprana (menos de 8 años). Muestran el asombro muto de reconocer el otro como opuesto y similar a la vez. No han sido escritos por afrodescendientes directos.


Chocolate y Merengue, de Enrique Martínez escritor cubano radicado en México e ilustrado por Ricardo Cie, escritor e ilustrador venezolano (Martínez/Cie 2013) [6] narra de manera divertida, la historia de dos niños que se encuentran por primera vez con su par de raza diferente y las experiencias que derivan de esta confrontación. Explora el “color” a través de un “sabor”, donde inicialmente estos niños se muerden a para probarse, pero eventualmente se tornan amigos.


Niña Bonita, de Ana María Machado ilustraciones de Rosana Faria (Machado,1994) [7] relata de una manera poética el concepto de belleza, donde un conejito (blanco) se enamora de niña bonita (negra) y le pregunta de manera reiterativa: ¿cómo haces para tener la piel tan negra y tan bonita?  Niña bonita inventa varias teorías, que si tomó mucho café, que si se manchó de tinta, etc., hasta que la madre e interviene que Niña Bonita es igualita a su abuela (y a sus otros familiares).


En esta categoría cae el Romance de la Niña Negra, de Luis Cané ( Argentina 1897-1957), adelantado a su época, pues este poema también expresa el bullying. [8] 
EL ROMANCE DE LA NIÑA NEGRA.


… Las otras niñas del barrio
juegan en la vereda;
las otras niñas del barrio
no quieren jugar con ella.
Toda vestida de blanco,
almidonada y compuesta,
en un silencio sin lágrimas,
lloraba la niña negra….

Dos libros norteamericanos, ambos en inglés, merecen nuestra atención, pues avanzan hacia interiorizar los sentimientos del niño “afrodescendiente” . Exploran en el niño como se mira a sí mismo. Dado que la población infantil Afroantillana habla inglés su lectura no posee problemáticas.

Chocolate me (Chocolate yo) de Taye Riggs, ilustrado por Shane W. Evans (Riggs, 2015) [9] explora los sentimientos que enfrenta un niño "chocolate" al ser tratado diferente por sus compañeros y como la madre le levanta la autoestima que le permite hacer amistad con sus compañeros, en analogía con el dulce chocolate.








 El cabello como símbolo de identidad es sumamente importante en el afrodescendiente.

Nappy Hair de Carolivia Heron (Heron, 1997), [9] ilustrado por Joe Cepeda narra en primera persona, basado en las experiencias de la autora tanto en su niñez como en la Universidad de Harvard, como su propia familia se entrometía en su peinado afro en las reuniones familiares. Esta escrito al ritmo de la tradición afroamericana de llamada y respuesta.




Para las mujeres afrodescendientes, el cabello es uno de los símbolos más representativos de la identidad. Por siglos su belleza se obligó a ocultarse bajo pañuelos. En la época colonial las trenzas dibujaban las rutas de escape para los esclavos.  Melva Gooding en su libro Afrodescendientes en el Istmo de Panamá (Gooding, 2016) [10], cuyo traje nacional es la pollera cuya cabeza se engalana con tembleques, tiene el origen humilde en las flores que adoraban las cabezas…. “la mujer negra fue diseñadora en las prendas que se utilizaban en el cabello...”  Sin embargo, el ritual de alterar el cabello “afro” para seguir estándares occidentales, se sigue dando diariamente pues las niñas son expuestas a modelos que les indican que su cabello natural es “malo”.
Miselle Gofman es una autora panameña residente en Nueva York. Su Libro en inglés, I absolutely love my curly hair- Yo amo absolutamente mi cabello rizado (Goffman, 2017 ) [11]  , marca un hito en la LIJ para afrodescendientes panameños. Miselle escribe una historia de amor y autoaceptación, basada en la experiencia de su hija cuando aprende que su cabello, aunque diferente, es hermoso.









Mary Grueso Romero, autora colombiana, es quien mejor ha sabido capturar en nuestro país vecino el auto reconocimiento de las niñas afrodescendientes.  En su obra, La Niña en el Espejo (Grueso Romero, 2010) [11], una niña negra, Alba Rocío, quiere verificar si es tan bella como dicen los demás, se reconoce bella frente al espejo y se da cuenta que es igual que su madre.   El libro está ilustrado por Vanessa Castillo.





Su cuento La Muñeca Negra, (Grueso Romero, 2011) [12], relata la historia de una niña que anhela una muñeca, como ella. Después de mil peripecias, su madre le hace una de trapo. Según escribe la misma autora, La muñeca negra es un ejercicio de inclusión
y reconocimiento de la estética de la etnia
afrodescendiente. Este libro puede leerse en línea y es interactivo.

 

 

 

 Conclusiones.
 La formación de la autoimagen es un proceso complejo. Vivimos en una cultura eminentemente visual en este siglo, por lo que la imagen propia y la reflejada en los demás es importante tanto para el individuo como para el colectivo. Como grupo, el Afrodescendiente, heterogéneo y con raíces comunes al mismo tiempo, ha recorrido un largo camino en estos 500 años, con gran pérdida de sus símbolos, tradiciones e imágenes que permiten que el niño y la niña afrodescendientes adquieran una identidad propia y con la cual se identifiquen frente a un espejo. Sin embargo, empiezan a emerger en este siglo autores y textos tanto en español como e inglés que ayudan a rescatar y reconstruir esta misma identidad cultural y personal. El hecho que la población Afroantillana panameña habla inglés les abre un abanico inmenso de posibilidades en un mundo globalizado. 

 

Referencias:

  1. MANSILLA TORRES, Sergio. Literatura e identidad cultural. Estud. filol. [online]. sep. 2006, no.41 [citado 19 junio 2018], p.131-143. Recuperado de: <http://mingaonline.uach.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0071-17132006000100010&lng=es&nrm=iso>. ISSN 0071-1713.: [Acceso: 08.06.2018]

2.       SANTA CRUZ, Victoria. Me gritaron negra.  Recuperado de:  http://www.radioafricamagazine.com/me-gritaron-negra-victoria-santa-cruz/ [Acceso: 18.06.2018]

3.       CHANGMARÍN, Carlos.   Negro Soy de Panamá. Recuperado de https://panamahistoriayfolclore.wordpress.com/2011/12/07/negro-soy-de-panama-chang-marin/. [Acceso: 18.06.2018]

4.       WONG VEGA, Luis: Rapsodia Antillana la otra poesía panameña, página 26; recuperado de: http://thesilverpeoplechronicle.com/wp-content/uploads/2013/12/Rapsodia-Antillana-CILC-151113-Ppt.pdf# [Acceso: 18.06.2018]

5.       CRUZ, Mariela. Chocolatino sigue instrucciones.  Editorial Raíces, Puerto Rico. 2017.

6.       Martínez, Enrique y Cie, Ricardo (2013). Chocolate y Merengue. Guatemala, Guatemala: Amanuense, S. A.

7.       MACHADO, Ana. Niña Bonita. Ediciones Ekaré. Venezuela 1994.

8.        CANÉ, Luis. Romance de la niña negra. Recuperado de:  http://www.rcadena.net/negra.htm [Acceso: 18.06.2018]

9.       Taye Diggs. Chocolate me. New York: McMillan.2015.

10.   GOODING, Melva.  Afrodescendientes en el Istmo de Panamá. Pág. 78. Editora Sibauste, Panamá. 2016.}

11.   GRUESO ROMERO, Mary.  La Niña en el Espejo. Apidama Ediciones, Colombia. 2011.

12.    GRUESO ROMERO, Mary. La Muñeca negra. Edición Digital. Apiadama Ediciones, Colombia 2011.    Recuperado de:  https://maryromero.webcindario.com/