Lil María Herrera C.
publicado en La Prensa, el 9 de septiembre de 1994
El Principito, del aviador y escritor francés Antonine de Saint-Exupéry (1900-1944), me persigue.
La primera vez que lo vi, tendría yo siete años; fue en la portada del libro. Luego asistí a una obra de teatro montada/expresada por estudiantes de secundaria y como que comprendía algo y me gustó.
Después, varios años pasaron antes de que lo leyera y comprendiera/redescubriera algunos mensajes. Hoy, El Principio no deja de asomarse para asombrarme con su sabiduría filosófica cargada de amenidad y sencillez.
Recientemente escuché al ingeniero Vicente Pascual hijo citar a Saint-Exupéry, autor también de Viaje Nocturno, Piloto de guerra, Correo del Sur.
``Ser hombre es precisamente ser responsable; es conmoverse ante una miseria que no parece depender de uno; es alegrarse por una victoria que han conseguido los compañeros; es, al poner un grano de arena, el experimentar la sensación de que se ayuda a construir el mundo''.
``Ser hombre es precisamente ser responsable; es conmoverse ante una miseria que no parece depender de uno; es alegrarse por una victoria que han conseguido los compañeros; es, al poner un grano de arena, el experimentar la sensación de que se ayuda a construir el mundo''.
Al despedirme hace poco de una buena amiga, me citó unas palabras de El Principito referentes a los obstáculos y cómo se sortean. La cita quedó grabada en mi alma, por las palabras en sí, porque esa “amigadocente” se tomara un momento de su apretado horario para compartirlas conmigo.
Hay más.
Hay más.
Iba en un tren subterráneo, como bólido, por las entrañas de la ciudad de Washington, D.C. y en mi mochila, cual tesoro, iba mi copia de la obra por
excelencia de Saint-Exupéry. La saqué y releí entre otras ideas: ``Los hombres dijo el principito se meten en los trenes pero no saben dónde van ni lo que quieren... (...) Los hombres de tu tierra dijo el principito cultivan cinco mil rosas en un jardín y no encuentran nunca le respondí. Y, sin embargo, lo que buscan podrían encontrarlo en un sola rosa o en un poco de agua... Seguramente. Y el principito añadió: pero los ojos son ciegos. Hay que buscar con el corazón''.
Ese mismo día al regresar a mi casa encontré un paquete con varios recortes de La Prensa. Entre ellos, El Príncipe y El Principito de Raúl Leis, publicado en esta sección el 29 de agosto.
Qué bueno que aún haya profesionales capaces de vibrar ante las ideas del aviador francés y se tomen el trabajo de compartir esa emoción. Me gustó su análisis sobre El Príncipe de Maquiavelo y El Principito y su adaptación de ambos a Panamá.
``Se parecen entre sí El Príncipe y El Principito? Cuál de estos libros tiene más vigencia en nuestra sociedad de hoy?'', se pregunta Leis, sociólogo panameño y autor de Esas formas de comunicación que andan por ahí, entre varias obras.
Su respuesta: ``creo no equivocarme en afirmar que nuestra sociedad vive en profundo malestar, una crisis de valores y de identidad''.
Entre los elementos que expresan esas crisis, Leis menciona la indiferencia, abandono y destrucción de los bienes públicos por parte de los ciudadanos; la opinión de que la corrupción se ha extendido y es impune; una ciudad donde se discrimina racialmente, se impone el machismo, impera la centralización marginando la periferia, y crece “indetenible” una injusta asimetría en la distribución del ingreso económico y el conocimiento.
Agrega que tampoco cree equivocarse al señalar la existencia de panameños y panameñas honestos quienes, a través de su capacidad constructiva ofrecen propuestas de trabajo que ligan la acción social y política con la dignidad de la persona.
Leis concluye que El Príncipe y El Principito ``se pasean orondos en la conciencia individual, en cada uno de nosotros, intentando hegemonizar y darse jaque mate''.
Su escrito termina con el susurro del principito: ``lo que es importante, eso, no se ve... es como una flor''.
Ojalá ese susurro real llegue a los oídos de todos los panameños, desde Chiriquí y Bocas del Toro hasta Darién.
Principalmente a los estudiantes, para que algunas de esas semillas logren germinar en bien de la patria.
Y, con urgencia, que llegue el susurro, entre y que se quede en las mentes de los que más lo necesitan; nuestros nuevos gobernantes que ya llevan su primera semana en el poder (de nuevo en el poder).
Que comprendan, con Leis, que el poder ``no es un fortín que se toma, ni un premio que se gana, ni un botín que se roba, sino una realidad que se construye entendiendo que la autoridad y el liderazgo son un servicio a la comunidad que debe promover la participación responsable''.
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