miércoles, 4 de mayo de 2011

¿Leis-teis El Principito?


Lil María Herrera C.
publicado en La Prensa, el 9 de septiembre de 1994

El Principito, del aviador y escritor francés Antonine de Saint-Exupéry (1900-1944), me persigue.

La primera vez que lo vi, tendría yo siete años; fue en la portada del libro. Luego asistí a una obra de teatro montada/expresada por estudiantes de secundaria y como que comprendía algo y me gustó.

Después, varios años pasaron antes de que lo leyera y comprendiera/redescubriera algunos mensajes. Hoy, El Principio no deja de asomarse para asombrarme con su sabiduría filosófica cargada de amenidad y sencillez.

Recientemente escuché al ingeniero Vicente Pascual hijo citar a Saint-Exupéry, autor también de Viaje Nocturno, Piloto de guerra, Correo del Sur.
``Ser hombre es precisamente ser responsable; es conmoverse ante una miseria que no parece depender de uno; es alegrarse por una victoria que han conseguido los compañeros; es, al poner un grano de arena, el experimentar la sensación de que se ayuda a construir el mundo''.

Al despedirme hace poco de una buena amiga, me citó unas palabras de El Principito referentes a los obstáculos y cómo se sortean. La cita quedó grabada en mi alma, por las palabras en sí, porque esa “amigadocente” se tomara un momento de su apretado horario para compartirlas conmigo.
Hay más.

Iba en un tren subterráneo, como bólido, por las entrañas de la ciudad de Washington, D.C. y en mi mochila, cual tesoro, iba mi copia de la obra por
excelencia de Saint-Exupéry. La saqué y releí entre otras ideas: ``Los hombres dijo el principito se meten en los trenes pero no saben dónde van ni lo que quieren... (...) Los hombres de tu tierra dijo el principito cultivan cinco mil rosas en un jardín y no encuentran nunca le respondí. Y, sin embargo, lo que buscan podrían encontrarlo en un sola rosa o en un poco de agua... Seguramente. Y el principito añadió: pero los ojos son ciegos. Hay que buscar con el corazón''.

Ese mismo día al regresar a mi casa encontré un paquete con varios recortes de La Prensa. Entre ellos, El Príncipe y El Principito de Raúl Leis, publicado en esta sección el 29 de agosto.

Qué bueno que aún haya profesionales capaces de vibrar ante las ideas del aviador francés y se tomen el trabajo de compartir esa emoción. Me gustó su análisis sobre El Príncipe de Maquiavelo y El Principito y su adaptación de ambos a Panamá.

``Se parecen entre sí El Príncipe y El Principito? Cuál de estos libros tiene más vigencia en nuestra sociedad de hoy?'', se pregunta Leis, sociólogo panameño y autor de Esas formas de comunicación que andan por ahí, entre varias obras.

Su respuesta: ``creo no equivocarme en afirmar que nuestra sociedad vive en profundo malestar, una crisis de valores y de identidad''.

Entre los elementos que expresan esas crisis, Leis menciona la indiferencia, abandono y destrucción de los bienes públicos por parte de los ciudadanos; la opinión de que la corrupción se ha extendido y es impune; una ciudad donde se discrimina racialmente, se impone el machismo, impera la centralización marginando la periferia, y crece “indetenible” una injusta asimetría en la distribución del ingreso económico y el conocimiento.

Agrega que tampoco cree equivocarse al señalar la existencia de panameños y panameñas honestos quienes, a través de su capacidad constructiva ofrecen propuestas de trabajo que ligan la acción social y política con la dignidad de la persona.

Leis concluye que El Príncipe y El Principito ``se pasean orondos en la conciencia individual, en cada uno de nosotros, intentando hegemonizar y darse jaque mate''.

Su escrito termina con el susurro del principito: ``lo que es importante, eso, no se ve... es como una flor''.

Ojalá ese susurro real llegue a los oídos de todos los panameños, desde Chiriquí y Bocas del Toro hasta Darién.

Principalmente a los estudiantes, para que algunas de esas semillas logren germinar en bien de la patria.

Y, con urgencia, que llegue el susurro, entre y que se quede en las mentes de los que más lo necesitan; nuestros nuevos gobernantes que ya llevan su primera semana en el poder (de nuevo en el poder).

Que comprendan, con Leis, que el poder ``no es un fortín que se toma, ni un premio que se gana, ni un botín que se roba, sino una realidad que se construye entendiendo que la autoridad y el liderazgo son un servicio a la comunidad que debe promover la participación responsable''.

martes, 3 de mayo de 2011

RAÚL LEIS: PUNTO DE ENCUENTRO



Por Irene de Delgado, Presidenta.


La Academia Panameña de Literatura Infantil y Juvenil lamenta la desaparición del sociólogo y escritor panameño Raúl Leis quien además de una sostenida labor de investigación y trabajo social y comunitario, se destacó como escritor en los distintos géneros, inclusive en el de la Literatura Infantil y Juvenil con una obra que alcanzó resonancia continental, EL NIÑO Y LA BOMBA.
Raúl Leis, profesor de la Facultad de Humanidades, se interesó siempre  y por diversos medios en la preservación de nuestro patrimonio cultural.
Tres ocasiones tuvimos de coincidir con el Profesor Raúl Leis en nuestro caminar permanente por los pasillos de la Facultad de Humanidades de nuestra Universidad.
La primera fue a raíz de su colaboración  y participación en Congresos y Seminarios de Literatura  y Lingüística organizados por el Círculo Lingüístico Ricardo J. Alfaro y la Asociación de Literatura Infantil y Juvenil, presidido en los años 80 y 90 por la Dra Joaquina Pereira de Padilla con quien mantuvo siempre un fecundo diálogo intelectual. Nos interesaba particularmente su utilización del teatro como instrumento transformador de la comunicación.


La segunda fue por  su interés y aporte a nuestra literatura infantil panameña con un cuento que, ganador del Concurso organizado por  la Caja de Ahorros en los ochenta , trascendió nuestras fronteras y aparece en una recopilación de cuentos panameños patrocinado por laUnicef que tuvimos el honor de dirigir conjuntamente con el Profesor  Juan Antonio Gómez. Este cuento publicado en Panamá, Bélgica y Colombia fue impresa en Nueva Delhi y España y  forma parte de la lectura de niños de América.  En él, un niño sostiene un diálogo con una bomba abandonada que le pide ayuda.  A cambio de ayudarla, él la compromete a no volver a destruir poblados.  Ella le pide desarmar su corazón de alambres y una vez desactivada aporta paz y sosiego.
La tercera ocasión en que pudimos dialogar sobre asuntos de interés común con el Prof Leis fue sobre el tema relacionado con el rescate patrimonial de las reliquias históricas coloniales de la Isla de Taboga. Para ese tiempo, hace más de un año, a través de Fundación La Providencia trabajábamos en la recopilación de datos sobre la Isla y coincidimos en la necesidad de preservar el Morro tabogano que guarda importantes huellas de la época de los piratas y sobre lo cual Raúl Leis guardaba mucha documentación.
En fin, no es raro que en un país tan pequeño como el nuestro, aquellos que se dedican a la cultura, lo hagan desde varios frentes, el político, el intelectual, el periodístico, el comunitario y estas rutas y caminos se bifurcan y extienden de tal manera que de alguna manera nos encontramos algunas veces caminando en la misma dirección.  Tres veces coincidimos en la ruta de Raúl Leis y estoy segura hubiéramos coincidido algunas veces más si la muerte no lo hubiera sorprendido.  Aún así, nos quedan sus obras y sus valiosas reflexiones


EL NIÑO Y LA BOMBA

Raúl Leis
Sociólogo y escritor

¿Quién eres? ¿Qué haces? No te pareces a ninguna cosa que conozco... Soy una bomba. Tengo poder para destruir, ese es mi trabajo. ¿Acaso puedes acabar con todo lo que quieras? dijo el niño. Claro que sí. dijo la bomba. ¿Puedes destruir un edificio tan grande como la estación de bomberos?

En un dos por tres. Puedo hacer volar no sólo a los bomberos, también a la escuela, el templo, y todas las casas con la gente de este lugar, niño. dijo la bomba.

El niño preocupado le preguntó cómo era que ella funcionaba. La bomba le explicó, pero el niño no entendió nada. La bomba le pidió: Mira, ayúdame a salir de aquí. ¡Estoy incómoda!.

¿Para qué quieres salir? le preguntó el niño. La bomba dijo que tenía que alcanzar el avión y llegar a la guerra, a destruir un pueblo parecido al del niño. El niño le respondió que no la podía ayudar a salir, porque no estaba de acuerdo con el trabajo que la bomba hacía.

Entonces la bomba le propuso un trato al niño: "Si me ayudas a salir de este barro, yo te cumpliré tres deseos. ¡Recuerda que tengo mucho poder!. El niño lo pensó un momento, y le dijo que sí. Pero que para estar seguro, la bomba tenía que prometer, jurar y darle su palabra de honor que no se iría para la guerra. La bomba tuvo hasta que firmarlo todo, en un papel que escribió el niño. El niño corrió a su casa y regresó con una palita que usaba para jugar con arena cuando iba a la playa. Además, trajo la correa con la que amarraban al perro.El niño cavó durante varias horas alrededor de la bomba. Cuando estuvo libre, rápidamente, le ató la correa en la nariz con el nudo que le había enseñado hacer un tío que era marinero, y entonces le dijo: ¡Bueno bomba, ahora camina!.

En el pueblo se formó un rebulú cuando vieron a ese niño tan pequeño, llevando amarrada a la enorme bomba que flotaba en el aire. El niño le fue enseñando las casas viejas, la gente enferma, y los hombres y mujeres que no sabían ni jota de leer y escribir. Al fin se detuvieron en un cerrito desde donde se dominaba con la vista a todo el pueblo, y conversaron debajo de un viejo árbol. El niño le pidió a la bomba que cumpliera sus tres deseos:

Primero, que todas las familias tengan casas buenas, amplias y baratas. Segundo, que la gente no se muera por enfermedades que se pueden curar. Tercero, que todos aprendan a leer y escribir.

La bomba levantó la voz y dijo: Yo sólo soy una bomba, me pides demasiado. Y lloró lágrimas de pólvora y cobre derretido, porque ella no podía hacer eso. Sufría mucho al darse cuenta de todas las cosas que se habían podido construir, de la gente que podrían haber tenido salud, y aprendido a leer y escribir con el dinero que ella, y las otras bombas, habían costado. El niño al ver llorar a la bomba también se puso muy triste: Puedes irte, pero no le hagas daño a nadie.

La bomba decidió no ir a ninguna guerra. Le pidió al niño quedarse con él en ese pueblo. Pero también comprendió que era un peligro para la gente, porque podía explotar, y acabar con todo y con todos, aún sin ella quererlo.

La bomba tomó una decisión. Llamó al niño que se alejaba y le pidió: Sácame las entrañas con mucho cuidado. Yo te diré cómo.

El niño entendió lo que la bomba quería hacer. La desarmó y le sacó lo que tenía adentro. Botó en el mar todo lo que podía explotar. Los alambres sirvieron para arreglar la iluminación de la plaza, que hace tiempo estaba oscura como boca de lobo. Sólo quedó el cascote de la bomba. Entre todos los niños lo cargaron y ahora esta ahí en medio de la plaza.

La gente ha sembrado flores alrededor y los niños pintan dibujos sobre el cascote, y todos cantan. Hoy existe una leyenda. La gente cuenta que la bomba es como esos caracoles, en los cuales se escuchan a las olas del mar. Sol que cuando se pega el oído sobre el frío acero del cascote, lo que se escucha no es el mar, ni tampoco sonidos de guerras, sino, canciones y más canciones de paz. Algunos dicen que los sábados en la mañana, la bomba sonríe.